Dedicatoria Final
-¡Emet-Selch!
Mi nombre sonó en el Capitolio, la voz del que llamaba resonaba en el vestÃbulo.
Ya no podÃa fingir que no lo habÃa oÃdo. Me detuve en la puerta a punto de salir y me giré. HabÃa estado tan cerca de escapar…
La voz pertenecÃa, como ya sabÃa, a un joven de túnica blanca y pequeña estatura, que se apresuraba a cruzar el vestÃbulo. Su máscara roja lo marcaba como uno de los integrantes de la Convocatoria de los Catorce. Mi compañero Elidibus.
Lo miré con una mirada inquisitiva, suspiró y me contestó con la seriedad que era habitual en él.
-¿Conoces el volcán del que hablaremos en la próxima reunión?
-Ahh, ¿el volcán que está a punto de hacer erupción..? No recuerdo que fuera un tema particularmente complicado.
Según un informe presentado ante la Convocatoria, se habÃa descubierto una inusual actividad etérea de fuego en una isla volcánica aislada o, en otras palabras, signos de una erupción.
En la isla habÃa un pequeño pueblo, y una gran cantidad de fértiles tierras de cultivo que, en caso de erupción, serÃan tragadas para siempre… Pero asà era el mundo. Como en muchos otros casos, nuestro papel era simplemente reconocer el hecho. Los isleños harÃan lo mismo, y aquellos que lo consideraban prudente probablemente ya habrÃan empezado a mudarse a otro lugar. Si bien era cierto que la Convocatoria pretendÃa discutir el asunto, era poco probable que se llegase a otra conclusión.
Por otro lado, el hecho de que Elidibus se me acercara a hablar de este tema a pesar de todo, no hacÃa más que darme un mal presentimiento.
-Resulta que…Azem ha ido allÃ, dijo que iba a detener la erupción.
“¡Si es que lo sabÃa!” me contuve de gritar mientras sentÃa que mi entrecejo se fruncÃa. Después de calmar mis sentimientos finalmente continué -…¿y cómo piensa hacerlo?
Elidibus me contestó de nuevo con la misma seriedad de siempre.
-Tratándose de ti habrás oÃdo hablar del espÃritu de fuego Ifrita, ¿no?
-Ahh, te refieres al mejor concepto creado por Lahabrea, ¿no? su obra maestra.
-¡Si! ¿No crees que es realmente increÃble? - dijo lleno de
emoción dejando ver claramente lo mucho que admiraba a Lahabrea…bueno, a
todos sus colegas en realidad. Normalmente lo habrÃa mirado con una
sonrisa, y un poco avergonzado en verdad, pero en ese momento me
preocupaban las implicaciones de su afirmación, por lo que volvà a
fruncir el entrecejo.
El espÃritu de fuego Ifrita es una criatura fantástica creada mediante la combinación de éteres de fuego. Por lo que también me puedo imaginar lo que Azem estaba planeando: transformar el éter del volcán en Ifrita, alejarla y luego dispersarlo en otro lugar, es decir, derrotarlo. Pero él sólo no podÃa hacer todo esto, por supuesto, el plan requerÃa de alguien que le procurara el concepto de Ifrita. Y si ése no era el mismÃsimo Lahabrea… sólo habÃa una persona capaz de hacerlo.
La Oficina de Gestión de la Creación. El director de esa oficina
deberÃa ser capaz de sacar incluso al concepto más controlado. Por un
momento pude ver a mi amigo con una sonrisa de felicidad en el rostro
despidiendo a Azem y me llevé las manos a la cabeza olvidando mi
máscara.
Elidibus pareció entender por mi gesto que habÃa entendido cuál era el problema.
-No creo que haya que preocuparse, pero si las cosas se
descontrolan, Azem podrÃa ser regañado de nuevo. A lo mejor deberÃas
acompañarle Emet-Selch.
-Entiendo la situación pero…¿estás seguro de que es prudente que el mediador Elidibus se ponga de su lado?
-Oh, esa no es mi intención. Simplemente estoy dando la misma
importancia a la opinión de Azem en el asunto. Además, el resto de los
Catorce aún no han llegado a un veredicto.
Aún si quisiera hacerlo, no podÃa refutar o afirmar ese argumento. Asà que me encogà de hombros, meditando en mi interior que Azem deberÃa dar las gracias de que el actual mediador fuera un joven de corazón tan amable.
-¿…De casualidad te ha dicho cuál es la razón por la que quiere detener la erupción? - me detuve a preguntarle antes de irme.
El joven frunció el ceño, esforzándose por recordar su conversación
con Azem con la mayor precisión posible. Después de todo, no serÃa
adecuado que el mediador hablara sin fundamentos. Mientras esperaba su
respuesta, pareció acordarse de algo. Levantó la vista apresuradamente y
dijo, con la severidad de quien revela un hecho crucial:
-Si recuerdo correctamente…dijo que las uvas que crecen en esa isla
son particularmente deliciosas.¡Quizás haya juzgado que esas uvas deben
seguir existiendo en contra del destino!
-…s-si….es… posible… - Para no manchar su ferviente admiración
decidà para mà mismo que más tarde me encargarÃa de darle un sermón a
mis dos malvados amigos.
Elidibus, que no tenÃa forma de saber lo que estaba pensando, se detuvo de nuevo y murmuró afectuosamente:
-El punto de vista de Azem es siempre refrescante.
Esa es la clase de persona que era Elidibus; siempre deseoso de
cumplir con su deber, también era quien más respetaba y admiraba a los
miembros de la Convocatoria. Para muchos de nosotros, era como una
especie de hermano pequeño. Por eso, cuando se hizo evidente que él era
el candidato más adecuado para ser el corazón de Zodiark, no importaba
lo fuerte que fuese nuestra determinación… no hubo ni uno sólo de
nosotros que no vacilase.
Es por esta razón que nuestro inesperado reencuentro con él, fue una gran sorpresa para todos.
Esto ocurrió poco después de que Zodiark se convirtiera en la voluntad de la estrella, y nuestros DÃas Finales fueran evitados.
La gente estaba dividida, incapaz de decidir qué hacer con el futuro que ahora se extendÃa ante nosotros. Muchos deseaban cambiar la nueva vida que habÃa surgido para reclamar a los que se habÃan perdido en el sacrificio a Zodiark. No pocos, sin embargo, insistieron en que el destino de nuestro mundo debÃa confiarse a esas mismas almas recién nacidas. Todos estaban al borde de la locura.
De inmediato lo vimos, brillando. Salió del pecho de Zodiark, se
retorció por un tiempo y luego tomó la forma de una persona. Mientras
nos miraba a todos, su boca incómoda pero ciertamente sonriendo, dijo:
-Tran…quilos…haréis…la elección correcta, y la llevaremos a cabo. Elidibus os ayudará.
Desde entonces ha pasado tanto tiempo que ya no puedo ni recordarlo. En cualquier caso, me disponÃa a caer en un largo sueño por primera vez en mucho tiempo en una zona poco iluminada de la grieta entre dimensiones, después de haber terminado mi papel como Solus Zos Galvus, fundador del Imperio Garleano. ServirÃa para enjuagar los residuos empalagosos de Solus, cuyo cuerpo habÃa dejado en la Fuente. Uno no debe permanecer perpetuamente en un personaje.
No es que tuviera mucho sentido que yo conservara mi sentido del “yo”. HabÃa pensado más de una vez que serÃa más sencillo simplemente acabar con todo aquello y desechar mi forma “real” por completo. Sin embargo, cuando pensaba en los otros dos originales que quedaban, una parte de mà estaba convencida que, si seguÃa siendo obstinado, una razón más convincente que el mero sentimentalismo llegarÃa eventualmente.
-Emet-Selch.
Mi nombre resonó en la oscuridad y me sacó de mi letargo.
Decidà ignorarlo, “estoy cansado, dejadme en paz” pensé, pero la voz era persistente. Una vez más me llamó, ahora más cerca.
Era la misma que me habÃa detenido en el Capitolio hace tanto tiempo, o eso se suponÃa, porque sonaba como si perteneciera a otra persona. Tal vez era porque su actitud era diferente, o quizás realmente se trataba de otro ser. En cualquier caso, el dueño de la voz, Elidibus, dijo solemnemente mientras se paraba a mi lado.
-Lahabrea ha sido borrado.
Apenas podÃa seguir fingiendo sueño, asà que me enderecé y me volvà hacia Elidibus. El silencio que se extendÃa entre nosotros sólo afirmaba una verdad no pronunciada.
Para los Ascian, la muerte no era el final. Pero “borrado”…
-SabÃamos que este dÃa llegarÃa.
Cerré los ojos mientras Elidibus decÃa esto y dejé salir el aire que habÃa estado conteniendo. Él tenÃa razón, por supuesto. El viejo Lahabrea habÃa sido el más activo de entre nosotros durante mucho tiempo, a veces incluso demasiado.
A través de muchos cuerpos y muchos mundos abrió su camino, pero cada loco salto hacÃa adelante lo dejaba más y más destrozado. No satisfecho con haber provocado un desastre espiritual debido a la oscuridad en la Séptima Calamidad Umbral, trabajó innecesariamente para prolongarla y promover el miedo.
¿Fue su afinidad por los conceptos de llamas lo que lo hizo tan parecido al fuego mismo? Desde la incomparable Ifrita hasta ese pájaro desesperadamente inmortal. Sus creaciones habÃan ardido brillantes y hermosas como él lo hizo.
DeberÃa haber sabido lo que pasa con las llamas cuando ya sólo quedan cenizas.
Abrà los ojos para ver la cara de mi hermano, pero los labios visibles
bajo su máscara no mostraban ninguna expresión. ¿Nunca más le verÃa
mostrar lo que verdaderamente sentÃa por nosotros como lo hizo una vez
tan fácilmente? O acaso esos sentimientos ya no…
-¿Emet-Selch?
-No es nada. Sólo pensaba en lo similar que era el viejo Lahabrea a sus creaciones.
-¿Sus…creaciones?
Esta vez no me costó mucho leer la incertidumbre en el rostro de Elidibus. Al mismo tiempo que me di cuenta de que ya no podÃa recordarlos, él mismo parecÃa darse cuenta de que le faltaba un pedazo otra vez mientras apretaba sus puños con fuerza. Desde el dÃa en que reapareció como mediador ante la Convocatoria de los Catorce, no como una persona, sino como “algo” que se habÃa convertido en un deseo, cambia con los tiempos y sigue perdiendo pedazos de lo que una vez fue.
–…Elidibus, ¿después de todo no tienes intención de mirar tu cristal?
Cuando Elidibus todavÃa era Elidibus y, Lahabrea todavÃa era
Lahabrea, habÃamos recogido todos los recuerdos de los Catorce y los
habÃamos sellado en un cristal, para que aquellos que algún dÃa tomaran
nuestros asientos vacÃos pudieran recordar.
Estaba seguro de que Elidibus encontrarÃa mucho en su interior que le ayudarÃa, pero sacudió la cabeza.
-Soy Elidibus. Mientras recuerde mi deber es suficiente. Si empiezo a recordar cosas, sólo las perderé de nuevo en el curso de esta eterna lucha y, si estos recuerdos son realmente tan valiosos…no me pidas que los olvide de nuevo.
Y de nuevo, aún si quisiera hacerlo, no podÃa refutar o afirmar este argumento. No tuve más remedio que encogerme de hombros de forma exagerada y dejar que la conversación de deslizara.
Elidibus comenzó entonces a desplegar su magia de teletransporte y me dijo:
-Me dirijo a la Fuente, para acabar con el héroe que derrotó a Lahabrea.
-Entendido. Bueno, mientras se trate de un simple héroe no será rival para ti.
-Siempre debemos prepararnos para lo peor. Si queremos tener éxito, tú también deberÃas reanudar tus esfuerzos.
Estaba a punto de decirle un “no gracias, me quedaré aquà y descansaré un poco”… pero su magia de teletransporte ya se habÃa activado y habÃa desaparecido dejándome sólo de nuevo en la oscuridad.
Esa fue la última vez que vi a Elidibus.
Asà que…
Ahora toda mi magia está rota.
Todo lo que queda es mi mera existencia.
Incluso si se desmorona y regresa como arena llevada por el viento.
Ya ni siquiera puedo respirar.
Tal fue la batalla… asà debÃa ser,
ya que era un deseo que querÃa cumplir apostando todo lo que tenÃa en ello.
Como ya he visto miles de veces, el éter está siendo llamado al Inframundo,
y mientras fluye pienso en un largo pasado y un pequeño futuro.
El desenlace se alejó de mis manos,
pero los actores aún están, de una manera terriblemente extraña sobre el escenario.
Si es asÃ, sólo falta un pequeño empujón.
No es el momento de bajar el telón.
Con una mano que ya no tiene forma, hago chasquear mis dedos…
Contempla el epÃlogo de esta historia.
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